El problema de la vacunación en la NBA y su afectación en la población


Fotografía de Markus Spiske en Unsplash

Si echamos un vistazo a los datos de la COVID-19 en los Estados Unidos, veremos algo sorprendente: a principios de octubre de 2021, una gran proporción de la población adulta sigue sin haber recibido ninguna de las dosis de la vacuna. En otras palabras, cerca de 42,5 millones de personas están totalmente desprotegidas frente al virus, sin tener en cuenta los posibles anticuerpos.

Esto representa un gran problema para un país con un programa de vacunación tan desarrollado: ¿cómo se puede acabar con la pandemia si tanta gente se niega a vacunarse?

Si las autoridades pretenden usar a las figuras del deporte como ejemplo, tienen un problema grave: en la NBA, el 5 % de los jugadores ha decidido no vacunarse y existen temores de que su escepticismo se haya propagado entre algunos sectores vulnerables.

La campaña de información de la WNBA

Una gran parte del contenido que encontramos en internet se basa en datos fácticos. Basta con fijarse en la Wikipedia, la mayor enciclopedia del mundo, para ver los millones de horas que se han dedicado para explicar cosas basadas en hechos reales. A menor escala, las clasificaciones que aparecen en muchos sitios web, desde aquellos que comparan las mejores neveras para vinos hasta aquellos que buscan las mejores loterías, basan sus conclusiones en evidencias, más que en conjeturas.

Sin embargo, no toda la red se rige por estos mismos principios. Muchas «fuentes de información» son engañosas o falsas, ya sea por error o por un intento deliberado de confundir a la gente. A menudo, las personas que difunden información falsa ganan dinero con ello, aunque también las hay que solo buscan llamar un poco la atención.

La WNBA, el equivalente femenino de la NBA, reaccionó de manera rápida a las noticias falsas sobre las vacunas. En cuanto se publicaron los primeros datos científicos, elaboró un plan para informar a las jugadoras sobre las vacunas que incluía un programa de participación social. Las jugadoras podían plantear preguntas en privado a científicos expertos en la materia. El plan redujo las posibilidades de que las deportistas difundieran las famosas teorías conspirativas entre su legión de fans, que confían ciegamente en todo lo que dicen sus ídolos.

La campaña fue un rotundo éxito. En junio de este año, el 99 % de las jugadoras de la WNBA había recibido la pauta completa de la vacuna, un porcentaje muy superior a la media nacional y al de la NBA y de otras ligas deportivas estadounidenses.

Estrellas de la NBA antivacunas

Mientras que la WNBA hizo los deberes, la NBA se quedó a medias, ya que tardó mucho en enviar las directrices de vacunación oficiales a los jugadores y ello permitió que la desinformación se apoderara de la liga y creara una polarización en su seno: la mayoría de los jugadores eligió protegerse, pero una minoría decidió no hacerlo.

Algunos de los jugadores pertenecientes a esta minoría son auténticas estrellas. Kyrie Irving, por ejemplo, es el vicepresidente del sindicato de jugadores, por lo que es una figura muy influente en la NBA. Su rechazo a la vacuna, aduciendo preocupaciones por la ciencia que se oculta tras ella, hará que muchos aficionados, y quizá otros compañeros, sigan sus pasos.

Bradley Beal, otro jugador importante, dijo que la vacuna era más peligrosa que el propio virus, algo que es completamente falso, mientras que Michael Porter J, alero de los Denver Nuggets, no vio motivos para protegerse tras haber contraído el virus en dos ocasiones, a pesar de que no existen garantías de que el cuerpo desarrolle anticuerpos a largo plazo.

No solo en la NBA existen antivacunas de peso. Algunos de los mejores jugadores de tenis del mundo han compartido también su escepticismo frente al tratamiento. Stéfanos Tsitsipás dijo que «no se había probado suficiente», mientras que el número 1 del mundo, el serbio Novak Djokovic, también se mostró contrario. En fútbol, solo un tercio de los jugadores de la Premier League inglesa se han vacunado con la pauta completa.

Una teoría que explica dicho cinismo entre los deportistas de élite es que pasan mucho tiempo solos y lejos de casa. Además, suelen estar obsesionados con lo que se meten en el cuerpo y, muy probablemente, lean largo y tendido sobre las ventajas y desventajas de las vacunas. La combinación de todos estos factores puede haberles llevado a leer contenidos falsos sobre las vacunas, lo que explicaría el porqué de su postura.

El problema de la NBA es que tiene unas audiencias millonarias, con un público joven e impresionable que puede llegar a pensar que su juventud les protegerá frente al virus más mortífero del último siglo. Además, los jugadores que no se vacunan son más propensos a contraer el virus y contagiarlo entre sus compañeros, y lo último que quiere una liga deportiva es un brote masivo.

Órdenes judiciales y llamamientos a la vacunación

Los antivacunas de la NBA han recibido muchas críticas por su comportamiento, que podría tener consecuencias muy graves. Estados como Nueva York o San Francisco han emitido órdenes de vacunación que exigen que los jugadores estén completamente inoculados para poder jugar. Si continúan con su negativa, podrían poner en peligro las opciones de victoria de sus equipos.

Algunas figuras veteranas también han hecho un llamamiento a la vacunación, aunque LeBron James, uno de los mejores deportistas de todos los tiempos, se ha mostrado contrario a una vacuna obligatoria. Si alguno de los ídolos de los propios jugadores expresa su desacuerdo, es posible que estos cambien de opinión.

Como ocurre con todos los casos de desinformación, la mejor solución es la educación. Combatir las teorías antivacunas con datos científicos, quizá mediante programas y cursos de formación específicos, puede convertirse en la mejor apuesta del deporte. Si ya funcionó en la WNBA, quizá no sea tan tarde para que también lo haga en la NBA.





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